Carta enviada por el profesor ARQ UC y Premio Pritzker 2016 Alejandro Aravena, en relación a la reconstrucción de Viña del Mar.
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A propósito de la entrevista que di en Mesa Central de T13Radio y la repercusión que ha tenido, queremos hacer algunas aclaraciones que nos permitan volver a centrar la discusión en lo que nos debiera importar como sociedad.
Lo primero es decir que en Viña hay muchas familias que han reconstruido esforzadamente con sus propios recursos. Por otro lado, un conjunto de autoridades e instituciones han sido incansables para navegar por el sistema fiscal y reducir al máximo el tiempo de espera de las familias. La presencia del narco la vemos sobre todo en las reconstrucciones informales y las tomas. Pero resulta lamentable que ciertos medios hagan notas sesgadas buscando el impacto por sobre el entendimiento responsable de un problema urgente y lamentable que ciertas autoridades se hagan los sorprendidos frente a una eventual ausencia del Estado y requieran pruebas para siquiera darle credibilidad a esta realidad. La infinidad de vivencias relatadas por vecinos y vecinas agobiados, para nosotros es suficiente para sentir que debemos hacer algo al respecto. Por eso, llevamos años tratando de entender primero, y de proponer luego, en el entendido que, de la precisión del diagnóstico, depende la efectividad de la respuesta.
En la línea de aclarar en vez de oscurecer, nos parece importante separar las complejidades del fenómeno narco, de las dificultades del proceso de reconstrucción en Viña del Mar y enfocar este texto en el fenómeno narco.
Lo primero, partir por decir que nosotros no somos testigos especiales ni tenemos acceso a ningún tipo de información privilegiada. La entrevista simplemente hacía referencia a nuestra experiencia sistemática en terreno trabajando en contextos vulnerables. Y dado que la ciudad es el campo de una disputa territorial, no es de extrañar que un desastre como un incendio sea una oportunidad de conquista territorial en que el estado de derecho es sustituido por la ley del más fuerte.
En segundo lugar, esto no es exclusivo de Viña. De hecho, la presencia de narcos en nuestros proyectos de vivienda se remonta al 2003 en Iquique, donde para poder iniciar las obras, nos vimos enfrentados a barricadas que los narcos levantaron para resistir el desalojo. Lo vivimos luego el 2008 en Barnechea, donde en las reuniones abiertas, las familias permanecían en silencio por el temor a represalias, para luego en privado, manifestar que estaban muy de acuerdo con el proyecto. En septiembre del 2021, en el marco de mi intervención en la Convención Constitucional, presenté el caso de un proyecto en San Fernando, en el cual las trabajadoras sociales del Minvu fueron amedrentadas en sus propios hogares. Esa vez nos tuvimos que replegar. No deja de ser frustrante que algo tan evidente, haya tomado tanto tiempo en generar tracción.
Esta presencia del narco se enquista con mayor fuerza, mientras más concretas son las manifestaciones de inequidades en la ciudad. Lo que observamos cada vez más en estos contextos vulnerables y segregados, es que demasiada gente ha debido crecer y sobrevivir excluida de todo tipo de oportunidades, lo cual ha dado origen a demasiada gente que no tiene nada que perder. Esta ausencia de perspectiva no es sólo económica sino además de sentido, de propósito y de valor (entendiendo valor como principios, pero también como aprecio del resto de la sociedad).
Esto tiene dos implicancias: primero, los narcos son extremadamente hábiles en identificar estas vulnerabilidades y es importante entender que su poder de penetración no sólo se explica por la promesa de beneficios materiales inmediatos, sino además porque entregan un sentido de pertenencia y aprecio que el resto de la sociedad no es capaz. Lo que hace tan difícil pelearle al narco, no es sólo que entrega un atajo hacia el auto, la plata o el arma, sino que le entrega un propósito a alguien que el resto de la sociedad desecha. El mundo narco por un lado es cruel y violento, pero a la vez tiene códigos sofisticados como la lealtad o la trascendencia; el funeral o el memorial son expresiones de una valoración que esa persona no habría tenido nunca en la sociedad formal.
Por otro lado, frente a quienes no tienen nada que perder, la pura represión producto de entender esto como algo netamente criminal, es ineficaz para resistir o reducir las incivilidades. El enfrentamiento por medio de las fuerzas del orden es una condición necesaria pero insuficiente. En el fondo de este problema hay una dimensión urbana, una económica y, sobre todo, una cultural.
Respecto de esta última, mientras la asignación de valor de alguien siga estando basada en las pertenencias, en cuánto se tiene, (cuestión que no es exclusiva del mundo marginal, sino que es común a todos los estratos de la sociedad), la pulsión para los excluidos del sistema tiende a tomar el atajo y demostrar, aunque sea de manera violenta, que ellos también valen. ¡Qué distinto sería si el valor que asignamos a una persona estuviera basado en un sentido de pertenencia! Este cambio de eje es cultural y requiere la construcción de otros modelos de referencia, de otras épicas, de otros valores, para los cuales el cine, la música o los deportes pueden tener un rol clave. Y si bien es un camino largo, en el intertanto, podríamos al menos, no normalizar al narco. Por eso era tan importante que no viniera Peso Pluma a Viña del Mar.
En el plano que a nosotros nos compete, un diseño de ciudad adecuado, si bien por sí sólo no resuelve el problema, si puede contribuir al esfuerzo transversal que la sociedad debe hacer. Una vivienda adecuada, espacios públicos seguros y redistributivos, infraestructura, servicios y equipamientos de calidad, contribuyen a nivelar una cancha que, de no mediar una intervención potente, va a seguir reflejando de manera brutal y cotidiana el conjunto de inequidades de nuestra sociedad.
Alejandro Aravena, arquitecto de ELEMENTAL
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